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  • br La Comunidad Econ mica Europea Antes de

    2018-11-09


    La Comunidad Económica Europea Antes de que se concretara un auténtico proyecto y que se volviera un objetivo preciso de la política gubernamental de los países europeos, la idea europea se limitaba ci-1033 los escritos de filósofos y escritores. La perspectiva de los Estados Unidos de Europa, según la expresión de Víctor Hugo, correspondía a un ideal humanista y pacifista. Después de la Segunda Guerra Mundial, el concepto de una organización del continente capaz de superar los antagonismos nacionales fue lanzado por Jean Monnet, inspirador del plan Schuman que creó la primera Comunidad europea. En efecto, la idea (promovida por Estados Unidos) de crear una organización europea fue lanzada en 1950 por el ministro francés de Relaciones Exteriores Robert Schuman. En 1951 el Tratado de París instituyó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (ceca) organismo destinado a coordinar la producción de estos dos recursos básicos en aquella época. Los países firmantes de dicho tratado fueron seis: Francia, Alemania occidental, Italia, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo. Se trataba de un cartel del carbón y del acero dominado por Alemania dirigido por una administración internacional dominada por Francia e instalada en Bruselas. Así, la Unión Europea nació bajo la forma de un cartel de productores de carbón y de acero que abierta y legalmente controlaba los precios y la producción gracias a una burocracia internacional, investida con poderes jurídicos y políticos que le permitían suplantar a los parlamentos nacionales e ignorar los procedimientos democráticos. De hecho, la tarea inicial de la burocracia de Bruselas consistía en fijar los precios de los productos siderúrgicos y carboníferos, así como eliminar todas las restricciones a su libre circulación o a su venta entre los estados miembros del cartel. Los autores del Tratado de París habían escogido la integración procediendo por sectores económicos con la esperanza de que la extensión de acuerdos similares a otros sectores económicos condujera finalmente a una unión económica general. Sin embargo, este deseo no se realizó. La ceca, tras un periodo de éxitos relativos, conoció a inicios de 1959 una crisis carbonífera (caracterizada por la acumulación de stocks en las minas) que sacudió sus fundamentos. De cualquier manera, la ceca constituyó un primer paso hacia la creación de la Comunidad Económica Europea (cee) ya que jugó un papel importante en la preparación económica y psicológica para la creación de este último organismo. El Tratado de Roma que instituyó la cee fue firmado en 1956 por los seis países miembros de la ceca. La agenda liberal de dicho tratado (en el cual no hay ningún compromiso con el denominado “modelo social europeo”), plantea como objetivo primero la creación de un mercado común donde las mercancías, las personas y los capitales circulen libremente. Dicho mercado reposa sobre cuatro libertades fundamentales: libre circulación de mercancías; libertad de establecimiento y libre prestación de servicios; libre circulación de trabajadores; y libre circulación de capitales. El concepto fundamental del Tratado de Roma es la supranacionalidad, lo que significa la transferencia de responsabilidades gubernamentales a Excision-repair instituciones comunes. Según dicho concepto, los problemas nacionales deben volverse comunes. Sin embargo, los autores del tratado insisten particularmente sobre el hecho de que no hay que confundir supranacionalidad con abandono de la soberanía nacional. En estas condiciones, la Unión europea nace como un cartel de la industria pesada (más tarde ampliado a los agricultores gracias a la política agrícola común) bien decidida a fijar precios y redistribuir beneficios de oligopolio gracias a la burocracia de Bruselas, aunque con el compromiso de aumentar el nivel de vida. Cuando la Segunda Guerra Mundial estaba por concluir, todas las naciones europeas desgarradas por la guerra estaban fuertemente endeudadas con respecto a Estados Unidos a quien le habían transferido grandes cantidades de oro, hecho que contribuyó a la determinación de Estados Unidos de hacer del dólar un eje central del sistema de Bretton Woods. Habiéndose convertido en la locomotora de la economía mundial, Estados Unidos no tenían ninguna intención en poner un freno a los importantes excedentes comerciales que obtenían de manera sistemática con respecto al resto del mundo. El dólar se volvió la divisa universal y Estados Unidos exportaban mercancías y capital hacia Europa y Japón a cambio de inversiones directas en sus economías y clientelismo político. Una hegemonía fundamentada en el financiamiento directo de los centros capitalistas extranjeros, pagado con un déficit comercial estructural con respecto a Estados Unidos. En estas condiciones, se asiste en Europa en el marco de la cee a una edad de oro de prosperidad compartida caracterizada por un fuerte crecimiento, desempleo inexistente e inflación débil. La edad de oro de Europa comenzó a esfumarse cuando el excedente americano desapareció. El auge de las exportaciones industriales alemanas y japonesas que Estados Unidos habían sostenido por diversos medios condujo a que Alemania y Japón acumularan sus propios excedentes. Y como el excedente de una economía es el déficit de otra, los excedentes alemán y japonés se constituyeron a costa de Estados Unidos que se preocupaban más por estabilizar permanentemente la economía mundial que por preservar su propio excedente. Mientras que se volvía evidente que Estados Unidos pasaba de ser un país acreedor a ser un país deudor, de ser una economía excedentaria a una economía con ci-1033 déficit estructural creciente, los dirigentes de Washington sabían que si se apretaban el cinturón a nivel nacional para frenar los déficits emergentes (reduciendo el gasto público, aumentando los impuestos e imprimiendo menos dólares) iban a desestabilizar el orden mundial que reposaba en las larguezas americanas. Por lo tanto, la fed continuó creando tantos dólares como fue necesario para impedir una fuerte recesión del conjunto del capitalismo mundial. En consecuencia, el Estado y el sector privado americano se hundieron en los números rojos y se volvieron deudores netos de Europa y Japón. Pero mientras Estados Unidos conservara el monopolio de la moneda única del mundo, el dólar, explotando lo que Valery Giscard d’Estaing (ministro de Finanzas y de la Economía del general De Gaulle) denominó el “privilegio exorbitante”, el sistema de Bretton Woods perduró con un soplo de vida, hasta su abandono en 1971.